Domingo 11 de agosto
Domingo de la 19ª Semana
SEÑOR DE LA HISTORIA
Muchos presumen de "señores", pero su señorío se les acaba con los cambios de la suerte, de la economía y de la política, con sus fracasos, con sus enfermedades y su muerte. Cristo, en cambio, es el Señor perpetuo de la historia, del presente y del pasado, del futuro y de la eternidad.
Los israelitas experimentaron desde antiguo que su Dios era el Señor de los rumbos de la historia, como la noche que les sacó de la esclavitud de Egipto: "Tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes y la perdición de los culpables" (Sb 1B,7). El Dios del pasado y del futuro actuaba en su presente histórico.
Dios como Señor del presente nos manda estar con las lámparas encendidas ceñida la cintura, esperando su llegada (Lc 12,35-36). Dios se presenta también como Señor del futuro.
Dios bendice el futuro de Abrahán: su camino hacia una tierra desconocida, el nacimiento de un hijo en su vejez, su sacrificio aplazado y bendice su eternidad, ofreciéndole una ciudad futura, construida por Dios (Hb 11,10).
Abrahán es el hombre de la fe que confía su futuro y su eternidad a Dios y no es confundido.
Tenemos que poner nuestro corazón en la eternidad gloriosa de Dios: Él es el rey de la gloria eterna y a ella somos llamados. Es Señor de nuestro pasado: sana nuestras heridas, cura nuestros recuerdos traumáticos y dolorosos, recompone nuestro corazón roto.
Señor Jesús: sana nuestro presente para que sea plenamente tuyo. Te consagramos nuestro futuro, Señor de todos los tiempos; haz que tengamos puesto nuestro corazón en el tesoro de tu reino venidero, maravilloso e inacabable. Ante lo que pasa y perece, danos amor por lo que dura para siempre: por Ti mismo, Señor.
"El Pan de la Palabra dánosle hoy" Ciclo C (Ceferino Santos S.J.)