Lunes 23 de noviembre
Lunes de la 34ª Semana
PLENAMENTE DE DIOS
Ser plenamente de Dios es obra excelentísima de la gracia divina. En una correspondencia fiel a la predilección del Padre” el hombre va realizando su entrega cada vez más perfecta a su Dios y Señor. La única pura, criatura humana, que fue plenamente de Dios, sin negarle nunca nada, fue María Santísima, Madre de Jesús y Virgen. Ninguna entrega o consagración a Dios alcanza la plenitud y la perfección de amor que consiguió la entrega de Santa María. Pero esto no amengua el que haya entregas hermosísimas de hombres y mujeres que ofrecen sus Vidas al Señor.
La viuda del evangelio es un modelo de sumisión confiada y de ofrecimiento generoso para ser toda de Dios. Se entrega a Él totalmente, y Le ofrece en el Templo las dos moneditas que le quedan para vivir. Ahora ya sólo le queda a Dios y en Él espera. Él es su posesión, su herencia y su riqueza única. Ella ha entregado a Dios hasta lo poco que le quedaba para vivir (Lc 21,4). Desde ahora, tiene propicio a Dios y escaso el pan. El que se vacía de sí mismo y de sus intereses es llenado por Dios.
Dios es el premio de los que han tratado de ser todo suyos. Los ciento cuarenta y cuatro mil que siguen al Cordero donde quiera que vaya (Ap 14,4), son ya posesión total de Dios y llevan grabados en sus frentes el nombre del Cordero y el nombre de su Padre (Ap 14,1). La marca de Dios en ellos es señal de su entrega para siempre a Jesús y al Padre.
Padre celestial: concédenos el privilegio de ser posesión perfecta tuya, todos tuyos y entregados a Ti y a tu servicio. Que no Te quitemos nada de lo que nos has entregado; pues los que son posesión tuya, Tú los posees también a ellos, los transformas en Ti y Tú terminas siendo su posesión y su herencia grande en demasía.
¡Gracias, Padre, porque nos llamas a ser tuyos plenamente! Amén.
“El Pan de la Palabra dánosle hoy” Ciclo A - Ceferino Santos S.J.