Martes 24 de noviembre
Martes de la 34ª Semana
ABIERTOS A LA ESPERANZA
El hombre debe ser una realidad abierta a la esperanza, capaz de mirar, por encima de las cosas caducas y perecederas que nos cercan hacia el horizonte infinito del Dios que perdura para siempre.
Cesará la antigua Alianza de Dios con el hombre y el Templo de Jerusalén será destruido sin que quede piedra sobre piedra (Lc 21,6) ni vuelva a ser reedificado. Pero el Templo de la Nueva alianza, la santa humanidad de Cristo resucitado, no pasará y su Reino no tendrá fin. Se terminarán las ilusiones terrenas de reinos florecientes cuando se enfrenten los unos con los otros (Lc 21,10) y se destruyan; pero, en cambio, el reino de Dios eternamente perdurará. Dios estará siempre en el horizonte indestructible de nuestra esperanza.
Poco a poco irá madurando aquí abajo el Reino de Dios hasta que llegue la hora de la siega, y uno, con aspecto de hombre y que lleva en la cabeza una corona de oro y en la mano una hoz afilada (Ap 14,14), oiga la orden, que sale del Trono, de comenzar la siega. Los tres ángeles del trono de Dios hacen la única acción de la siega final, de la vendimia y del juicio. Así el Señor llegará a regir los cielos y la tierra. Vivimos abiertos a este futuro, firmes en la fe y en la esperanza, deseosos de la patria celeste, donde gozaremos del triunfo de Jesús, con María y con todos los glorificados.
Tuya, Señor, es la gloria, la honra y el Reino por los siglos. Pasa lo perecedero y llega la hora de la eternidad y del triunfo de nuestro Dios. ¡Gracias a Ti, Padre, porque pusiste en nuestros corazones de hijos la bella virtud de la esperanza, que nos sustenta y nos sostiene en el camino hacia la patria! Amén.
“El Pan de la Palabra dánosle hoy” Ciclo A - Ceferino Santos S.J.