Jueves 8 de abril
Jueves de la Octava de Pascua
BAJO EL INFLUJO DEL RESUCITADO
La Resurrección de Cristo se ha convertido para nosotros en un hecho histórico y en un dato de fe. El cuerpo glorificado de Cristo no es un fantasma (Lc 24,37). Es un cuerpo espiritualizado, que atraviesa las puertas y los muros de la casa, pero que tiene carne y huesos (Lc 24,39) y que puede mostrar unas manos y unos pies (Lc 24,40), con referencia a las manos y los pies heridos del Crucificado, que, después de su resurrección, aún es capaz de comer delante de los discípulos (Lc 24,42). Cristo resucitado se identifica con el Jesús de la Pasión: ''Yo soy en persona" (Lc 24,39).
San Pedro puede decir a los judíos: "Matasteis al Autor de la vida; pero Dios lo resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos" (Hch 3,15). No se trata de fabuladores, sino de testigos autorizados de un hecho histórico. En Cristo se cumplió la profecía del libro de Samuel: "Yahveh da muerte y da vida, hace bajar al sheol y hace subir de él" (1 S 2,6). La subida de Cristo de la muerte es definitiva sin volver a pasar por ella.
La realidad del Resucitado influye en la vida y en la eternidad de los creyentes. La fe en el Resucitado alcanza a nuestro ser espiritual y corporal. En nombre del Resucitado "se predica la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos" (Lc 24,47) Y los hombres se convierten y se salvan. Por el influjo del Señor Resucitado y por su presencia espiritual "se borran nuestros pecados y vienen tiempos de consuelo" (Hch 3,19-20). El influjo de Cristo resucitado llega también a nuestros cuerpos y "da vigor y restituye completamente la salud, a vista de todos" (Hch 3,16), como sucedió al paralítico de nacimiento que había creído en Jesús.
El poder de Cristo resucitado se extenderá hasta el final de los tiempos, cuando, "después de quedarse en el cielo, llegue la restauración universal" (Hch 3,21) y Cristo nos resucite en el último día (Jn 6,40). Antes tendremos que estar "desterrados del cuerpo y viviendo en la patria junto al Señor" (2 Co 5,8) y aparecer ante el tribunal de Cristo para recoger los frutos de la vida temporal y corpórea (2 Co 5,10). En este intermedio, no hay reencarnaciones, ni cuerpos de recambio ni vueltas provisionales a la vida mortal. Se muere sólo una vez y tras la muerte el juicio. El admitir reencarnaciones anula nuestra responsabilidad personal ante un destino eterno, debilita el ser propio de cada hombre y oscurece la resurrección gloriosa del cuerpo propio ante la tómbola boba de varios cuerpos sucesivos.
Líbranos, Padre, de las enseñanzas del error y aumenta nuestra fe en la resurrección final, con un único cuerpo a imitación de tu Hijo Jesús. A Ti, Cristo resucitado, te adoramos y creemos firmemente en tu Resurrección.
"Mirad mis manos y mis pies con las señales de mi pasión. Yo camino con mis pies heridos de Buen Pastor para rescataros del pecado y del error. Yo os libero, os sostengo y os sano con mis manos glorificadas de Resucitado. Prestadme vuestras manos y vuestros pies para servir a los necesitados y los pobres y para llevar mis bendiciones al mundo".
"El Pan de la Palabra dánosle hoy" Ciclo B - Ceferino Santos S.J.