Lunes 17 de enero
LA INTERCESIÓN DE LAS HORAS DIFÍCILES
Los hombres tendemos a equivocarnos, a fallar y a desagradar a Dios con nuestras rebeldías, desobediencias y pecados. Saúl no agradó a Dios, al desobedecer su mandato (1 S 15,19). Tuvo a Samuel que le reprendió (1 S 15,22), pero le faltó quien intercediera por él y por su pecado.
En las horas difíciles de la tribulación y la desgracia o la prueba, cuando "se llevan al novio" (Mc 2,20) y se termine la fiesta, nuestra intercesión ante Dios debe ser más fuerte y constante, para que no caigamos en la rebeldía frente a Dios, que es pecado de adivinos frustrados (1 S 15,23). Así Dios nos oirá desde nuestro sometimiento y nos dará el vino nuevo (Mc 2,22) de la alegría de la salvación, sin que se pierda en nuestros odres rotos por la protesta.
Seamos sacerdotes e intercesores que imploran la salvación que Cristo Jesús nos trae.
Intercedamos día y noche ante el trono de Dios con súplicas fervientes por todas las necesidades de los hombres. Y tú, María, Reina y Señora nuestra, intercede por nosotros, pecadores, y por nuestro mundo. Enséñanos a implorar Contigo por todos tus hijos, los hombres. María, al pie de la cruz, intercede con tu Hijo, Sumo Sacerdote y supremo Intercesor, ante el Padre.
¡Vuestra intercesión es infalible! Por eso, nosotros nos unimos a ella hasta que veamos las maravillas de Dios y la alegría de su salvación. Amén.
"El Pan de la Palabra dánosle hoy" Ciclo C (Ceferino Santos S.J.)