Miércoles 22 de junio
LA COSECHA DE DIOS
Dios nos pide que demos buenos frutos (Mt 7,17), porque al árbol que no dé frutos buenos, se le talará y se lo arrojará al fuego (Mt 7,19). Por esto, el rey Josías se asustó, al descubrirse el Libro de la ley en el Templo y al comprobar que el pueblo no cumplía aquellos santos preceptos. Después de divulgarlos, de nuevo "el pueblo entero descubrió la alianza" (2 R 23,3) y trató de dar buenos frutos. Sin la ayuda de Dios y sin someternos a su alianza, no podremos dar frutos buenos para la vida eterna.
San Pablo nos dice que "a su tiempo vendrá la cosecha, si no desfallecemos" (Ga 6,9). El mejor fruto para la cosecha del cristiano es que se forme en nosotros Jesús, el fruto bendito del vientre de María Virgen. San Pablo padecía como dolores de parto hasta que Cristo se formase en nosotros (Ga 4,19). Cuando Cristo se forma en nosotros y en nosotros vive, fructificamos con el fruto mejor y más bendito a que podamos aspirar.
Cristo es, entonces, en nosotros fruto de amor que ama con nosotros; es fruto de paz que nos hace pacíficos y humildes; es fruto de gozo que nos beatifica, fruto de bondad, que nos hace compasivos y misericordiosos. Cristo es el fruto de vida eterna, que quiere durar en nosotros para siempre.
¡Déjanos, Jesús, comer de tus dulces frutos! Mándanos: "Entre mi amado en su huerto y coma de sus frutos exquisitos" (Ct 4,16).
Danos la cosecha abundante de los frutos de tu Santo Espíritu y haz que nos saciemos de tus frutos de vida eterna, y sobre todo, de Ti mismo, fruto bendito de Dios.
"El Pan de la Palabra dánosle hoy" Ciclo C (Ceferino Santos S.J.)