Martes 20 de abril
Martes 3ª Semana de Pascua
¿QUÉ SIGNO HACES TÚ?
Hay en el hombre una raíz de resistencia y de rebeldía que alcanza hasta el mismo Dios: "¡Rebeldes, infieles de corazón y cerrados de oídos! Siempre resistís: al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres" (Hch 7,51). La multitud le preguntaba a Cristo que "qué signo hacía Él, para que creyeran en Él" (Jn 6,30). Parecía como si no se enterasen de nada. Jesús acababa de caminar sobre las aguas y de multiplicar los panes y los peces (Jn 6,1-21), pero a los judíos no les bastaban estos milagros y signos para creer.
Seguían siendo rebeldes y argüían que Cristo sólo había alimentado a la multitud milagrosamente dos veces (Mc 6,37-44, y Mc 8,2-9); mientras que Moisés les alimentó con maná en el desierto cuarenta años (Ex 16,35). Cristo les corrige: "Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino mi Padre que os da el verdadero pan del cielo" (Jn 6,32) y no por cuarenta años, sino hasta el final de los tiempos.
El gran signo de Dios va a ser Cristo mismo, "el pan de Dios que baja del cielo y da vida al mundo" (Jn 6,33) para siempre (Jn 6,34). El que coma de este pan, que es Cristo, "no pasará nunca hambre, y el que cree en Él nunca pasará sed" (Jn 6,35b), ni en el tiempo ni en la eternidad. Nuestra sed se apagará con el agua viva de la divinidad de Cristo y de su Espíritu: "Dame venir a tus ríos, Señor; dame beber de tus ríos, Señor; dame vivir de tus ríos, Señor: dame venir; dame beber, dame vivir". Danos pan y bebida, no para cuarenta años, sino para la vida eterna.
En Jesús todos son signos de vida eterna. Por la fe en Él, podemos con San Esteban "ver el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios" (Hch 7,56), como un signo de su divinidad. Podemos con Esteban demostrar que los que resisten a Cristo y a su Espíritu son rebeldes de corazón (Hch 7,51). Y, cuando los mártires de ayer, de hoy y de siempre, dan su vida por Cristo y por la fe, son signos de la verdad de Jesús; y cuando "el Señor Jesús recibe sus espíritus" (Hch 7,59), está dando una señal de su poder y de su divinidad en el destino glorioso de sus mártires.
Cuando le pedimos a Jesús por sus perseguidores para que "no les tenga en cuenta su pecado" (Hch 7,60), tenemos una nueva señal de que Jesús perdonador está vivo en sus discípulos y en sus mártires, que repiten sus palabras en la cruz. Y cada vez que Jesús nos da a comer el pan del cielo de su carne y de su divinidad y multiplica su presencia entre nosotros a través de los siglos, nos está dando el gran signo de su poder, de su amor y de su vida. ¡Gracias a Ti, Señor Jesús, por los siglos de los siglos! ¡Gracias por tus signos repetidos! Aumenta la fe en nosotros para que recibamos la lectura iluminada de tus señales, que bajan del cielo. Amén.
"Hijos míos: os he dado a mi Hijo Jesús como señal de mi amor, de mi salvación y de mi vida. No busquéis otros signos fuera de Él. Creed en Él cuando camina sobre las aguas y cuando muere en la cruz. Creed en mi Hijo, que os redime, y creed en Mí, que os amo como a hijos amados y elegidos. Vosotros seréis mis signos para el mundo si cumplís mis palabras".
"El Pan de la Palabra dánosle hoy" Ciclo B - Ceferino Santos S.J.