Domingo 25 de octubre
Domingo 30º del T.O.
DESDE VUESTRA COMUNIDAD
El cristiano no es un ser aislado y perdido como un náufrago en el oleaje furioso de un mundo adverso. El creyente es un hombre que vive en comunidad de fe y de amor con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (1 Jn 1,3) y con los apóstoles y los demás creyentes. Somos un Cuerpo unitario, unido a Cristo como Cabeza. Y somos comunidad de convertidos (1 Ts 1,9).
Por la fe quedamos unidos comunitariamente en nuestro pensar: “Una sola fe, un solo bautismo...“. Por el amor formamos comunidad con la Trinidad de Dios y con los hermanos. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu ser” (Mt 22,37). También con los hermanos se necesita formar comunidad de amor: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,39). El amor agrupa en comunidad.
A Dios se le ama individualmente, pero también agrupado a los otros; se ora a solas, pero también comunitariamente y así se glorifica a Dios en unión con los demás. Al prójimo, si no formamos comunidades de servicio, no se le puede amar y servir con obras suficientes y con eficacia. Uno solo siente la propia inutilidad para un servicio apropiado y su incapacidad para defender al forastero oprimido y a las viudas y huérfanos desasistidos (Ex 22,21).
Desde la comunidad cristiana se cree, se ora, se ama, se da ejemplo de vida y se sirve mejor a los otros y a las otras iglesias (1 Ts 1,7). “Desde la comunidad, la Palabra de Dios, resuena por todas partes” (1 Ts 1,8). La comunidad de fe y de amor termina siendo una comunidad evangelizadora. Somos comunidades, alimentadas con “la palabra de Dios, acogida entre tantas luchas con la alegría del Espíritu Santo” (1 Ts 1,6) y fortalecidas con el cuerpo de Cristo, para formar comunidades eucarísticas y cultuales.
Somos los creyentes en Cristo comunidad que lucha por la unidad, superando los egoísmos personales que dividen y enfrentan a los hombres (Ex 22,21-22) y que rechazan a los extranjeros y a los que son molestos y difíciles en el camino comunitario, y relegando las divisiones sobre lo opinable.
Luchamos por ser comunidades cristianas en unión, concordia, fraternidad y en continuo perdón mutuo. Hemos de ser comunidades abiertas y ecuménicas que promuevan y faciliten la unión de todos los creyentes en Cristo.
Únenos, Padre de todos, en comunidad de hijos con la fuerza de tu amor. Únenos, Señor Jesús, en comunidad fraterna con la fuerza de tu Espíritu.
Madre María, únenos en una misma Iglesia bajo tu manto de Madre. Amén.
“El Pan de la Palabra dánosle hoy” Ciclo A - Ceferino Santos S.J.