Sábado 24 de octubre
Sábado de la 29ª Semana
LA VIDA DEL ESPÍRITU
La vida en el Espíritu se manifiesta, en primer lugar, en el fenómeno de la conversión, o vuelta libre y responsable hacia Dios, secundando su gracia. La gracia interior de Dios va tocando íntimamente a la persona, va revelándole la salvación que existe para nosotros en Cristo, va cambiando el modo de pensar y valorar las cosas, hasta que, finalmente, aceptamos los caminos de Dios y la luz de Cristo y renunciamos al camino de las tinieblas y del pecado. Sin conversión no podemos ser agradables a Dios: "Si no os convertís, todos pereceréis lo mismo" (Lc 13,3) que los que Pilato mandó matar o los que la torre de Siloé aplastó al derrumbarse (Lc 13,4). Pentecostés comenzó con la conversión de tres mil hombres: "Convertíos" (Hch 2,38), pedía San Pedro en su primer discurso de Pentecostés. Con la conversión comienza la vida del Espíritu.
Esta vida del Espíritu se manifiesta también en los frutos buenos y santos, que se producen en el convertido, y cuando se aprecian frutos positivos de amor con obras y de paciencia, de bondad y de servicio generoso, de fidelidad y de dominio de uno mismo (Ga 5,22). La higuera que no da frutos, está destinada para ser cortada y para que no ocupe terreno en balde (Lc 13,7).
Otra de las manifestaciones de que el Espíritu de Dios habita en nosotros es el florecimiento de los ministerios y carismas, que ayudan al desarrollo y al buen funcionamiento maduro y sano del Cuerpo de Cristo (Ef 4,11-13). Así, gracias a la vida del Espíritu se dan verdaderos apóstoles, profetas, evangelistas, doctores y maestros (Ef 4,11).
La vida fuerte del Espíritu en nosotros lleva también al crecimiento en la unidad del Cuerpo de Cristo, "ajustado y unido" (Ef 4,15). Cuando en la Iglesia falta la unidad, es que sobran Babel y su división y escasean la unión de las lenguas diversas y un nuevo Pentecostés que nos unifique en la verdad y en el amor (Ef 4,15).
Aumenta en nosotros la vida del Espíritu con todos sus dones, frutos, ministerios y carismas. Concédenos crecer en el Espíritu como Iglesia una y unida, universal y santa. Amén.
“El Pan de la Palabra dánosle hoy” Ciclo A - Ceferino Santos S.J.