Domingo 4 de noviembre
Domingo 31 del T.O.
LA VIDA DE DIOS
Cuando amamos a Dios sobre todo lo demás y con todo nuestro ser (Mc 12,30; Dt 6,5) y al prójimo como a nosotros mismos (Mc 12,31), tenemos la vida de Dios, que es Amor, en nosotros y no estamos lejos del Reino de Dios (Mc 12,34). Por el amor de Dios pasamos a la vida.
El amor a nuestros prójimos se ha de extender también a nuestros hermanos difuntos. Si no les recordamos en nuestras oraciones es que no los amamos. A ellos les deseamos también que pasen a la vida.
Hay una entrada definitiva en la vida, cuando Cristo "salva radicalmente a los que por medio de Él se acercan a Dios" (Hb 7,25a) a través de sus muertes temporales. Cristo, "Sumo Pontífice se ofrece a sí mismo" (Hb 7,27) de un modo especial por nuestros difuntos en cada Eucaristía.
Nos unimos a la oración de Cristo "que vive siempre para interceder en nuestro favor" (Hb 7,25b).
La intercesión de Cristo es poderosa. Jesús le decía a Santa Faustina Kowalska: "A las tres de la tarde -hora de la muerte de Cristo-, suplica mi misericordia para todos los hombres, especialmente para los pecadores, y aunque sea por un instante, recuerda mi Pasión, y sobre todo mi desamparo en la agonía".
"El Pan de la Palabra dánosle hoy" Ciclo B - Ceferino Santos S.J.